viernes, 24 de junio de 2022

DEMOCRACIA ???

Democracia significa, gobierno del pueblo Los gobiernos cuando se posesionan toman el juramento de servir al pueblo: “o de lo contrario el pueblo os lo demande”, resuena en las solemnes ceremonias cuando asumen el gobierno los electos para presidentes de un país: “sí, juro”, responden los aludidos, pero una vez que se acomodan en el poder olvidan rápidamente dicho juramento, eso ocurre en el Ecuador actual y en el de los anteriores gobiernos obnubilados por el poder; sin duda piensan, por lo que se ve, que dicha condición les ha sido dada por mandato divino. 

Cuando los pueblos y sus dirigentes son conscientes y padecen pobreza e injusticias se levantan y protestan. El Ecuador tiene como artículo de su constitución, el derecho a la resistencia y a la protesta, sin embargo, cada vez que esto sucede como es el caso del presidente actual en el Ecuador, que ha declarado la guerra al pueblo y hasta vestido con uniforme militar declara que si hay caídos, que sean del otro bando, es decir del pueblo como enemigo al cual hay que eliminar.. El ejército que supuestamente está para defender al pueblo, en la realidad, protege al poder económico y al gobierno de turno aunque éste cometa abusos y pretenda tiranizar al pueblo que ya no lo respalda. 

 Este tipo de gobiernos que dicen defender la democracia, parece que no conocen el verdadero significado de este término, se llenan la boca y la repiten cuando les conviene, incluso cuando cometen actos antidemocráticos, tiránicos y represivos contra indígenas y barriadas pobres que se expresan al manifestarse en las calles. Por qué cuando suceden estas cosas, los gobiernos en lugar de ponerse a la defensiva y aferrarse a su puesto con uñas y dientes,  no adoptan una actitud reflexiva con un poco de profundidad y desprendimiento?  Sería una demostración de dignidad reconocer sus errores y renunciar a ese puesto que por mandato del pueblo de hecho ya no les corresponde. Mediante la imposición por la fuerza es imposible resolver problemas, sobre todo desde una visión de hombre de negocios y desde sus compromisos con empresarios y corporaciones internacionales; deberían comprender que las desigualdades sociales y económicas no se solucionan con los grandes negocios que enriquecen a unos pocos y asfixian a la gran mayoría empobreciéndola, manteniéndola en la ignorancia con una educación mediocre sin acceso a niveles superiores de conocimiento, para tener a las masas a su servicio en forma permanente. 

Sólo un pueblo organizado y consciente de sus necesidades culturales y vitales podrá gobernarse sin que ningún oportunista entre a manipularlo con los mismos métodos ocultos para privilegiar los egos y los bolsillos de sus allegados.

martes, 7 de junio de 2022

LA LEYENDA DE JUAN RULFO

 

LA LEYENDA DE JUAN RULFO   

Por Yvonne Zúñiga

 

Juan Rulfo.

Nació en Sayula, (estado de Jalisco), el 16 de mayo de 1917

Murió en Ciudad de México  el 7 de enero de 1986

Premio Nacional de Letras (1970)

Premio Príncipe de Asturias (1983)

Obras: Pedro Páramo, (novela). El llano en llamas, (cuentos).

Guiones para películas.

Obra fotográfica

Investigaciones antropológicas.

 

 

 

 

 

Juan Nepomuceno Rulfo, nombre del afamado escritor mexicano que en este año cumpliría un siglo y cuyo laconismo es proverbial, comparable al del otro Juan, me refiero al narrador uruguayo Juan Carlos Onetti.  Ambos escritores, cuenta la leyenda, se encontraron una vez por alguna razón literaria: uno de ellos saludó al otro, hola Juan y el segundo contestó con la misma frase corta y seca, luego permanecieron largo tiempo sin hablar.

 

La parquedad de Rulfo es un distintivo, no solo de su estilo literario sino de su  comunicación oral a través de conferencias y entrevistas, contrario a sus colegas contemporáneos que podían dar largas y sesudas charlas, verdaderas cátedras literarias que sus lectores y seguidores escuchaban con unción.

Yo no creo como dicen que dijo Rulfo, que el escritor es un mentiroso. Estoy en desacuerdo. Definitivamente no lo creo,  más bien pienso que el único momento verdadero de un escritor es cuando escribe, hablo en este caso de Rulfo. De lo contrario si mintiera, el lector lo percibiría,  el lector avezado, el buen lector se daría cuenta.

Rulfo no mentía cuando escribió sus narraciones. Él sabía desde lo profundo de su universo literario, que no tenía que ver con la mentira sino con enigmas y sortilegios, que estaba revelando secretos, nada menos que el secreto de sus antepasados, de sus muertos, de las piedras que cobijan la vida de los seres del pasado, de las voces que parecen diluirse y que vuelven con el viento, con el sonido del agua, con la lluvia, en la salida del sol y en la llegada de la noche. Alguien que escribe para dejar hablar a los que fueron y a los que vendrán no puede mentir.

 

El tono de la construcción verbal en la obra de Juan Rulfo es singular y refleja  un escenario desolador y yermo en su novela y cuentos: Pedro Páramo y El llano en llamas, los dos únicos libros que bastaron para engrandecer al escritor y ganarse la admiración  del mundo de las letras.

 

Muchos escritores tomaron como base de sus obras narrativas el habla  de sus pueblos, así como las leyendas o narraciones de las gentes con quienes tuvieron contacto y les sirvió de inspiración para su escritura. Pocos lograron con ello una obra maestra literaria, tal es el caso de Gabriel García Márquez con Cien años de soledad,  o Vargas Llosa en Conversación en la catedral y hasta me atrevería a decir algo semejante en El Quijote de Cervantes y en el Ulises de Joyce.  Pero no todos quienes lo intentaron lograron o pudieron llegar a comunicar lo esencial del plano literario en el que sus obras fueron construidas. Esa capacidad, ese oído mágico que escucha voces subterráneas, está en la narración de Rulfo. Al preguntarle sobre la brevedad de su obra y de su silencio literario, lo explicaba simplemente, diciendo que había dejado de escribir cuando murió un tío que le contaba esas historias, pero Juan Rulfo sabía que ningún otro libro que escribiese después, podría superar a sus dos obras maestras, por esa razón quizás había destruido otras novelas antes de darlas a conocer.  El trabajo de Rulfo con el lenguaje es excepcional, el lector siente que los diálogos le llegan como un murmullo de voces. Según Juan Villoro los espacios que el escritor deja  en blanco,  son espacios activos de silencio que permiten la intervención del lector para entender el mundo fantasmal en el que se desarrollan su novela y varios de sus cuentos.

 

Introvertido y de pocas palabras al hablar en las entrevistas, se percibía un dejo tristón en su voz. Cabe imaginarse al pequeño Rulfo en su infancia. Creció en medio de la violencia  poco después de haber concluido la revolución mexicana y durante la rebelión cristera que asoló la zona rural donde nació, una guerra civil alentada por el clero católico y que provocó una verdadera masacre.  Quedó huérfano a los seis años de edad, seguidamente pasó a vivir con su abuela hasta los diez, y luego fue recluido en una correccional por no haber hogares para huérfanos en las pequeñas ciudades y pueblos del entorno. Ese tiempo fue el más duro en la vida del escritor porque pudo experimentar el maltrato y la violencia propia de ese tipo de instituciones.

El autor de El llano en llamas y Pedro Páramo decía, recordando su niñez, que las experiencias vividas fueron dolorosas y dejaron marcas indelebles en su espíritu. Tenía una idea fatalista sobre los seres humanos, y de ello no se salvaban los niños, en quienes había descubierto la semilla de la crueldad.

 

Lo que no aprendió en la escuela lo hizo como un apasionado lector en la época de su vida en casa de la abuela, a quien el párroco había confiado los libros de la biblioteca. Como en el caso de otros escritores, su refugio fue la lectura. En Guadalajara intentó estudiar  Derecho en la universidad pero no pudo hacerlo porque ésta fue cerrada a causa de una huelga.  En esta misma ciudad publicó sus primeros textos que aparecieron en la revista Pan dirigida por el escritor Juan José Arreola. Trabajó posteriormente en Tampico y en  México en instituciones del Estado,  actividades que le permitieron recorrer el país, entrar en contacto con el habla popular y  con las costumbres y características de la población de distintas regiones de México.

 

El arte literario de Rulfo ha construido un mundo imaginario que no es sino un reflejo del mundo circundante, el lector siente que hay una comunión con el autor, una complicidad con aquel personaje de dos cabezas que constituye el alma del libro y que la lectura lo convierte en un ser vivo, a pesar de tratarse de personajes difuntos que continúan viviendo en el más allá.

 

”Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo” Así empieza la gran novela de Juan Rulfo, novela de una poética conmovedora. Es la invención de una ciudad llamada Comala donde Pedro Páramo es el caudillo, el gran patriarca de un lugar estéril lleno de fantasmas.