martes, 5 de julio de 2011

POESÍA Y NARRATIVA ECUATORIANA


LUIS CORRAL CORDERO


A partir de esta entrada voy a publicar algunos textos de escritores ecuatorianos, tanto en poesía como en el género cuento.
Voy a reiniciar este paseo por la literatura ecuatoriana con los textos poéticos de Luis Corral Cordero nacido en Cuenca: profesor universitario, miembro de las asambleas territoriales de Quito, coordinador de los cursos abiertos de Filosofía y Estética de la Flacso. Su escritura ha permanecido inédita desde los tiempos de los Tzánzicos, grupo de escritores rebeldes surgidos en los años sesenta. Participó en la organización del grupo y en la creación de la revista Pucuna y La bufanda del sol, aunque sus textos literarios han permanecido en la sombra en todos estos años. Amigo de Bolívar Echeverría, mantuvo con éste una larga comunicación, y a la muerte del eminente filósofo y cientista social, organizó una serie de charlas y discusiones en torno a la vasta obra de Echeverría. La experiencia vital de Luis Corral, el recuerdo de su estadía en Europa, en una década importante por sucesos como los del mayo 68 en París, las lecturas de Sartre y de tantos otros escritores, deben haber dejado tantas huellas en su memoria. Estos poemas suyos más un texto en prosa, que publico ahora en el blog, han encontrado este canal de comunicación para compartir con los lectores aquellos espacios únicos, expresados en la voz poética de su autor.

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Monólogo para Laura

Por qué soy libre me pregunto cuando abro los ojos y veo la Florida, yo que vengo del alto páramo transida de sueños que como el aire tibio de la mañana transparente, todo aparecer permite: la rosa delicada y el áspero cuerno del precipicio. ¿No es suficiente entonces con soñar, prolongar la noche en el día? ¿No es suficiente, entonces, simular la levedad de las mariposas y su desprevenido vuelo? ¿No está acaso la belleza como el agua, distendida, disponible? ¿Y qué importa que de repente la paloma aparezca degollada y sea su gorjeo un chorro de sangre o que en un instante se transforme el juego de rayuela en una banda de nonos? Los sueños nos asustan, es verdad, pero es el alivio, al despertar, una manada de corderos.

Cuándo abro los ojos y veo la Florida no se qué hacer. ¿Seguir? ¿Quedarme?, oír lo que dice la gente, mirar el andar, las figuras, observar los gestos, detenerme en algún rostro, conversar con alguien, entrar en un café.

De pronto veo pasar a alguien. De prisa, de prisa, le digo a mi madre, le he visto, le he visto, es Dionisio, va por allá. ¿Quién? Dionisio nuestro albañil, el que hizo la casa. ¡Estás loca!, ¡imposible! ¿En Argentina? ¿Dionisio? Si, madre, aún se le ve, mira como se bambolea. ¡Ven!, ¡corre! ¡Dionisio!, grito, ¡Dionisio! pero no me oye y se pierde. El hizo nuestra casa de ladrillo y madera, era bueno aunque desde que se derrengó en una quebrada, hacía las paredes ligeramente torcidas, mi abuela nunca fue a visitarnos pues decía, entre broma y serio, que cualquier rato se nos vendría encima.

Mi país ¡Ay! se va quedando sin albañiles, plomeros, mecánicos, talabarteros, tejedores, alfareros, forjadores, carpinteros, panaderos, agricultores, primero salieron los hombres, luego las mujeres, más de dos millones de personas han emigrado en los últimos cuatro lustros a España, Italia, Estados Unidos. Mi país se va quedando solo, macerándose con nostalgia y odio, los canallas de siempre le pusieron en venta.

Pero, ¿Venir a la Argentina un albañil cojo? ¿Habré visto visiones? Entramos a tomar un café y allí estaba el mismísimo Dionisio, con sus ojos chiquitos, no lo podíamos creer. Luego de la conmoción, ya serenos todos, nos contó consternado que un buen día salió del Ecuador, como tantos emigrantes, y caminó recto, recto, en dirección a España y ahora, sin saber cómo ni cuándo, estaba en Buenos Aires. Mi madre me miró como quien descubre un crimen y preguntó en voz alta, ¿De qué pierna cojea Dionisio? ¡De la derecha, Sra. Lourdes!

Pero, preguntaba hace un momento, a pesar de que vamos andando todos según nuestra cojera, ¿porqué soy libre cuando abro los ojos y veo la Florida? y dije que al abrirlos no se qué hacer, hay tantas cosas, tantos caminos. ¿Por cuál seguir? He allí el problema, he allí la libertad.

Buenos Aires me es ajeno y debo hacerlo mío; es absoluto y grande, son otras las distancias y otros los encuentros, ¿debo, incluso, apropiarme de esta oscuridad extraña tan distinta de mi anterior oscuridad sosegada? Al dormirme, acurrucada, sueño en otra, borgiana oscuridad, en la que me encuentro nada menos que con el Aleph; al despertar, entonces, al despertar, me siento sacudida por el triunfo, por la danza. Me meteré Buenos Aires en el bolsillo, Che, digo, sonriente, y salgo a la Escuela de Artes. Más, ¡OH Libertad! ¡OH Visión!, a poco de caminar por Charcas me percato de mi inexistencia, nadie me ve, camino en el aire caliente y me apresuro por encontrar la vieja casa del deslío. La ilusión altiva me sostiene, me protege del extravío; de su cornucopia me proveo y nada me falta, ni el agua ni la pértiga, ni el adecuado tono ni el ademán preciso. De pronto me detengo en una esquina, ¿Será por aquí? ¿Será por allá? Y otra pregunta llega, imprevista, como una almendra amarga ¿Podré hacer de mi cuerpo una cinta, un acordeón, una caja de sorpresas, un suave imán?

Cerca ya del lugar al que voy aparece un viejo arlequín y me confronta humillando su cabeza hasta los pies.
-Piba ¿A dónde vas?
-Voy al Instituto de Arte
-¿Cómo así?
-Amo el teatro y la danza y voy a las pruebas
-¡No pasarás!
-¿Qué sabes tú odioso Arlequín?
-¿No me ves?
-¡Sí!, te veo y !Qué!
-Estoy en la calle desde 1980. No pasé las pruebas
-¿Son muy difíciles?
-¡Imposibles!
-Entonces ¿nadie pasa?
-¡Nadie!
-¡Eres un farsante!
-(disculpándose) El mundo es un farsa
-¿Y es farsante también el que lo interpreta?
-El polvo no se distingue de la polvareda
-¡Teólogo!, No te apresures a la tumba
-Estamos tumbados desde siempre
-No eres más que un tumbavinos
-Solo desde el amanecer y desde el anochecer. No hay para más.
Y dando un salto desapareció entre los transeúntes.
Una niña que excedía el grosor corriente de su clase, se atraviesa y me mira.
-Soy Petunia y voy al Instituto de Artes
-Yo también, sabes
-¡Brutal! ¿Pasaremos las pruebas?
-Un bufón me dijo que nadie pasa
-Tiemblo
-¿Qué te atrae del arte?
-Bueno, veras… ¡No!, ¡No!, no lo pienses, no quiero ser bulímica
-¡Qué!, grito, ¿Qué dices? ¿Te escuche bien?
-Los artistas no comen, ¿Sabías?
Chao, chao, me dijo, sacudiendo la mano y cruzó la calle.
Qué mundo de locos, pensé y apresuré mi paso. A las puertas ya del edificio se interpuso en mi camino un hombre viejo, pequeño, de overol, invitándome a descansar en una banca del vestíbulo, quería que le oyera. Le oí muy atenta y lo recuerdo: Toda la vida he visto a las ilusiones entrar acá, con pies ligeros, en algarabía, como si entraran a un lugar encantando. Se podría decir: casi volando por sobre la realidad. ¿Sobre la realidad? ¿Qué es la realidad? La realidad es la materia de la que está hecho el mundo: el demonio y la carne, decía mi abuelo. Debo confesar que cuando dijo esto sentí un gran alivio pues soy macrobiótica. Entiendo lo de la carne, sobre todo aquí en la Argentina, pero dime, le inquirí ¿Qué es el demonio? El demonio querida amiga, es el impulso al mal, la nostalgia, la histeria, el vértigo y el vómito, el mal de ojo, el mal de orina, los cálculos, el mal de San Antón, el mal de rabia, la codicia, el mal comer, el insomnio, el desprecio y la exclusión, la tortura, la opresión, comportarse mal, el hacer todo mal, el culto al oro que todo lo compra, en fin, tardaría el resto de mis días enumerándote las formas del mal. Pero hay uno, el peor de todos, le dije, el mal de la tierra. Ya te lo dije, me replicó, es la nostalgia, el tango. ¿De dónde vienes? Le pregunté. Mis tatarabuelos eran bachiches
[4]…¡Ah¡ ¡No¡ le dije ¡No! no es esa nostalgia a la que me refiero, es que la tierra se está quemando, desertificando, la tierra entera, nuestro planeta azul y misterioso. Mi ilusión, le dije con denuedo, no huye del mundo pues, a más del demonio y la carne, estamos tu, yo, aquel, mi madre, mis hermanos, mis amigos, mis futuros amigos, se eleva, ¡si! se eleva, no por sobre los sentidos y la imaginación, pues sería igual a dejar el cuerpo abandonado, sino por el contrario, desde él y por él, desde todos los cuerpos y por todos los cuerpos, hacia el lugar desde el que se mira, en la altura, el cuerpo.

4) italianos








POEMAS



PRESENCIA

Te vi subida al árbol
en trance de jugar o provocar
Risa y Talle juntos
como una rama viva

Era el tiempo de las doradas hebras
Del botón aún cerrado,
Del aire suspirado,
De la ilusión y el almíbar

Tus pies tocaron el tambor del suelo
del verdor subieron los estambres,
en la palma el fuego hizo su nido
y salió de ella la paloma en vuelo

Suspendido en el cielo de la breva
el deseo eligió para sentirte
Ser, como nube cambiante
Arquero, tiro y flecha


VERSOS DE LA TARDE

Debo escribir los versos de la tarde
que caen con el sol,
los versos grises ¿sin amor?
los versos que aman
el señuelo que la noche oculta
placer o muerte
y vuelan
Si pudiera sentir los despreciara
pues, ¿cómo podrían reemplazar
los versos vanos
la mirada de estrella de unos ojos?
Versos son, sin embargo,
versos míos que vienen
de mi alma y se contentan
con nombrar la belleza
luna perfecta en el oscuro cielo.



TZANTZICOS

Éramos cuatro y luego más
Bebíamos, es cierto, en la casa de Ulises.
Viajábamos atándonos al cuento de la Patria
Para no ser seducidos
Por las sirenas de la costumbre.
Viajábamos por el país que expuso
Icaza, al ojo que recién veía,
Con tinta roja, los ateridos ponchos
En el alto páramo
Y al gavilán sobrevolando
Peñascos y abismos cósmicos
Que al lamento y las lágrimas
Volvianles silencio,
Distancia inalcanzable, olvido.
Así aprendimos la historia,
También, leyéndole a Carrión,
[Atahualpa y el Santo del Patíbulo]
Al filo de la noche
Y nos revelamos contra el amo,
Que urdía en Quito, aún en los sesenta,
La tela sucia de la dominación,
La literatura nobiliaria, los sermones del domingo
Y los editoriales de la prensa
En medio de los cuales,
Como en un arroyo limpio, navegaban
Los barcos de papel de Raúl Andrade.
Éramos cuatro y luego más
En el Venecia tomábamos café
Y filosofábamos sobre el ser y la nada
Y el proyecto imposible de ser dioses
Que Sartre derivaba de sus premisas
Oponiéndose a Heidegger que argüía
El ser para la muerte
Ateo Sartre, Heidegger teólogo
De nuestros ejercicios, paralelas.
En un extremo Echeverria, Tinajero en el otro
Estrella y yo garabateando
Versos paradojales paradigmáticos,
Sobre la mesa parapléjica.
Y luego en los corrillos de la Facultad
Inexistente temblando del temblor
De la existencia Velasco se sumó y Murriagui
Se pasó también a la vereda
Por la que transitábamos, altivo, harto de los gladiolos
Éramos seis y luego más
Arias en bicicleta y Larrea mordiéndose,
Surrealista desde el huevo Raúl
Y comunista Rafael, dejándose rodar
Desde el monte utópico, de gana y de designio…
Y Simón, mi hermano, con Leandro y Ulises
Nos bautizaron con nombre de salvajes
Que en misión a la ciudad llevaron el curare
Y los dardos embebidos en él,
Y así envenenamos la costumbre
De la sumisión, de las genuflexiones.
Éramos diez y luego más
Antonio, Humberto
Pepe, Abdón, Euler,
Francisco, Agustín
Iván, Alejandro
¿De ellos, algo más?
Revisen su conducta, lean su obra.







LUIS CORRAL CORDERO