El texto que a continuación publico me permite salir un poco de la reflexión acerca de los conflictos que acontecen en la sociedad donde vivo y en el mundo, para liberar un poco la mente y sobrevolar otros ámbitos imaginarios que producen sensaciones más felices.
DESCIFRANDO A TERENCE
Yvonne Zúñiga
A propósito del cine y navegando a toda vela
en Internet recuperé la magia de recrear
personajes, quizás como en los tiempos
de Melville, aunque en su caso y en dicha época la mente volaba más allá de los
mares del globo terráqueo. En el presente ambiguo, navegar por Internet para los fanáticos de cantantes, futbolistas,
actores, políticos farsantes, implica perseguir a los personajes con la ayuda
de reportajes visuales, entrevistas, chismes en las redes sociales, y de esta
manera, convertirlos en un fenómeno casi etéreo, rendirles homenajes y hasta organizarse en
sectas de adoradores.
En lo que me atañe, tenía latente en mi
memoria a un actor cuyas películas destacaron en la década del sesenta. Estas
obras excepcionales del cine, tuvieron como protagonista a un joven actor inglés,
cuyos datos biográficos están como vedados en las páginas de wikipedia. Desde
mi entusiasmo, considero imperdonable que apenas se nombre a su madre y se diga
que tuvo un hermano, y nada más. El interés por el actor resucitó de improviso
al volver a admirar, después de tanto tiempo, una de sus películas: las escenas
pastoriles, la fotografía y cámaras, las actuaciones formidables de actores
legendarios que tenían esa capacidad de trasmitir sutilmente emociones
intensas. Entre las escenas que surgían
de la pantalla en esta obra, destacaba la figura de un soldado moreno de vistoso
uniforme rojo que me hacía recordar al
soldadito de plomo del cuento.
Recuperar al personaje me indujo a perseguir
al actor que he fusionado con los roles por él interpretados. Quería conocer a
fondo al protagonista de esta ficción que intento elaborar mediante la búsqueda
de entrevistas, reportajes, y las imágenes de Terence sesentón caminando por un
mercado londinense. Esta tarea emprendida me obligó a unir el rompe cabezas
para construir al personaje ficticio y que posiblemente haría sonreír al original,
con ese enigmático gesto que lo hizo famoso durante los años sesentas.
Después de esa época, Terence se borró o lo
borraron, ese espacio sólo quedó para lo inexplicable, incoherente para los
interpelantes y para él mismo en su solitaria reflexión, no importa lo que diga
en las entrevistas posteriores, o en la charla que él dio en una biblioteca al
presentar su libro de memorias que quizás nunca llegue a mis manos.
Pero ahí no termina el asunto, el enigma de
este hombre comienza a mostrar signos legibles cuando en las entrevistas
intenta explicar su admiración por Krishna Murti y sobre su viaje indeterminado a la India, la negativa a formar
una familia, su defensa de la conciencia individual y la relación de ésta con
el mundo. Un hombre complejo o un ser a
la deriva tratando de sobrevivir en
imágenes para escapar del olvido.
Debió haber nacido en alguna pequeña ciudad
no lejos de Londres, donde la gente también aspiraba a vivir de su trabajo como en
cualquier otro país del mundo. Su rostro único como las huellas digitales,
debió atraer a los buscadores de talentos para el cine y al fin lo hallaron en
algún lugar. Como ciudadano sin recursos no alcanzó a ingresar al alma mater de
las universidades, ni tampoco le interesaba. Y posiblemente entró en alguna
escuela actoral para alcanzar su sueño. Qué
hizo antes de incursionar en su primera película; fue quizás un golfín que
deambulaba por las calles, un rebelde sin causa herido por ofensas humanas en
su niñez, o un adolescente introvertido que se escapaba de la escuela para
meterse en la oscuridad de un cine y reinventarse en la pantalla como
protagonista de tantas historias que lo distanciaban de la realidad.
No sólo era hermoso físicamente, había un talento especial en la naturaleza de Terence
que él mismo desconocía, pero descubierto por los productores vieron en él al
muchacho inocente que interpretaría a Billy Bud en aquel film. Terence prestó su cuerpo y su espíritu al
personaje inolvidable del relato de Melville y lo hizo con virtuosismo. Nada es
casual en esta vida, pensaría Terence al leer el guión; el personaje calaba
hondo en su mente: el marinero bonito
que buscó su libertad y creía en la alegría del mundo, escalaba el mástil
diariamente para estar más cerca del cielo desde su puesto de vigía, sus ojos
reflejaban el océano infinito con diafanidad infantil, despertando los celos de
algún mortal de los círculos inferiores que había hecho pactos con el maligno.
La lucha eterna entre el bien y el mal,
presente en las historias de Melville, debió abrir una interrogante en el actor
que personificaba a Billy Bud en esta cinta. Llegado el momento culminante de
la narración en la que se pone al
descubierto la intriga y conspiración que se había mantenido solapada, el
artista refleja en forma dramática el rictus de sufrimiento y la incredulidad
ante el mal encarnado por el otro protagonista, y el estallido de la crisis que
conducirá al angélico personaje a su muerte en el patíbulo. Terence debió
sentirse transportado al instante límite del relato que enfrenta a estos dos
polos del misterio humano.
Al cerrar el círculo de estas elucubraciones
que pueden tener algún viso de verdad, nos consolamos con observar la doble
vida de nuestros personajes desde la penumbra de un cine o desde las páginas de
un viejo libro.