viernes, 24 de septiembre de 2010

CESAR VALLEJO

Últimamente no he puesto nada en el blog. Ando ocupada con el cuento pero justo este día estuve hojeando un libro de César Vallejo y quiero poner un texto del gran poeta peruano. Cuando la violencia en el mundo es pan de cada día, me nace poner este poema tan expresivo y universal que nos toca a todos…

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LOS NUEVE MONSTRUOS

I, desgraciadamente,

el dolor crece en el mundo a cada rato,

crece a treinta minutos por segundo, paso a paso

y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces

y la condición del martirio, carnívora, voraz

es el dolor dos veces

y el bien de ser, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,

hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa,

en la cartera,

en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!

Jamás tanto cariño doloroso,

jamás tan cerca arremetió lo lejos,

jamás el fuego nunca

jugó mejor su rol de frío muerto!

Jamás, señor ministro de salud, fue la salud

más mortal

y la migraña extrajo tánta frente de la frente!

Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,

el corazón, en su cajón, dolor

la lagartija en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,

más pronto que la máquina, a diez máquinas, y

crece

con la res de Rousseau, con nuestras barbas;

crece el mal por razones que ignoramos

y es una inundación con propios líquidos,

con propio barro y nube sólida!

Invierte el sufrimiento posiciones, da función

en que el humor acuoso es vertical

al pavimento,

el ojo es visto y esta oreja oída,

y esta oreja da nueve campanadas a la hora

del rayo, y nueve carcajadas

a la hora del trigo , y nueve cánticos

a la hora del hambre y nueve truenos

y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,

por detrás, de perfil,

y nos aloca en los cinemas

nos clava en los gramófonos,

nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente

a nuestros boletos, a nuestras cartas;

y es muy grave sufrir, puede uno orar…

Pues de resultas

del dolor, hay algunos

que nacen, otros crecen, otros mueren,

y otros que nacen y no mueren, otros

que sin haber nacido, mueren (son los más)

Y también de resultas

del sufrimiento, estoy triste

hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,

de ver al pan, crucificado, al nabo,

ensangrentado,

llorando, a la cebolla,

al cereal, en general, harina,

a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,

al vino, un ecce-homo,

tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!

¡Cómo, hermanos humanos, no deciros que

ya no puedo con tanto cajón,

tánto minuto, tánta

lagartija y tánta

inversión, tánto lejos y tánta sed de sed!

Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?

¡Ah! Desgraciadamente, hombres humanos,

hay, hermanos, muchísimo que hacer.

sábado, 4 de septiembre de 2010

AUTORAS ECUATORIANAS

He buscado cuentos de mujeres ecuatorianas entre las pocas antologías que han sido publicadas localmente. Es triste decir que no existe casi investigación sobre la escritura ecuatoriana actual, en general, y menos incluir a escritoras. Se dice, o dicen, algunas voces consagradas, que no hay ninguna mujer que merezca estar dentro del grupo renombrado de escritores ecuatorianos, otros dirán que en realidad no hay escritores renombrados en el Ecuador del presente. Todos son dimes y diretes. No se debe hablar tan fácilmente, sería bueno, si en lugar de tales comentarios, tuviéramos más concursos literarios, más talleres, más revistas literarias, más antologías, para encontrar y estimular a la gente que escribe, sean mujeres u/o hombres.
En este desierto con alguno que otro oasis, he buscado cuentos de escritoras mujeres, para poner uno de ellos, esta vez en el blog. Hay autoras interesantes que han escrito y publicado sus libros, pero no hay un verdadero análisis de lo que ellas escriben, por lo menos no lo conozco, si es así me disculpan pero como hay tan poca difusión sobre el asunto; no conozco de un estudio que permita conocer en profundidad, cuáles son los temas preferidos de las y los ecuatorianos en la actualidad literaria nacional.
No me gusta separar hombres de mujeres, porque me parece triste y vergonzoso formar esa especie de ghetos de mujeres, gheto suena un poco duro en realidad, más bien reductos de mujeres, como lo que se intentó hacer en la Casa de la Cultura hace no mucho tiempo. Yo no estoy de acuerdo. La literatura es una y no se debe hacer diferencias por el género o por el sexo del autor, eso, es discriminatorio.
Otra cosa es realizar un estudio de lo que se escribe en el Ecuador, para conocer cuál es el mundo literario dentro de una sociedad sexista como la nuestra, pero, hablando de la literatura en general, no separando absurdamente a los autores por sexos, como si fuera una competencia física igual que en los deportes; es estúpido, profundamente machista, retrógrado y doloroso, uno de los tantos complejos sociales que nos impiden respirar con libertad. Este tema merecería un análisis mucho más extenso y sabio, espero en algún momento poder hacerlo, o que alguien más capacitado/a en la materia, lo haga.
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A continuación pondré un texto de la escritora Lupe Rumazo. En realidad es un capítulo dentro de un relato largo, o novela corta, que resulta extenso para ponerlo en el blog, y que dada la estructura del capítulo, bien podría ser un cuento aparte.

Lupe Rumazo:
Nacida en Quito (1935)
Ha publicado, novela, ensayo, crítica literaria y cuento. En el lagar (1961), Yunques y crisoles americanos, (1967); Rol beligerante, (1974); Sílabas de la tierra, (Relatos 1964); Carta larga sin final , (novela 1978).
Ernesto Sábato, Ernesto Picón Salas, Juana de Ibarbourou, Benjamín Carrión, entre otros, han comentado sobre la valiosa obra de Lupe Rumazo.
(Primer capítulo del relato: La marcha de los batracios)

LA NOTICIA

“Solamente ayer en la tarde fue encontrado el cadáver de Rubén Alado, novelista internacional, que se presume se suicidó dos días antes. El hallazgo lo hizo la doméstica del Hotel Trilce, donde el escritor vivía desde hace algunos años. La sirvienta, Genoveva Pereira, en vista de que el Sr. Alado no había atendido durante dos días a sus golpes en la puerta, optó por entrar a la habitación para realizar la limpieza. Allí encontró sobre el lecho el cuerpo exánime de Alado, que para suicidarse se había hecho el hara-kiri, pero directamente en el corazón. El puñal corto no había sido extraído del cuerpo; el suicida después de introducírselo no pudo o no quiso sacarlo. Rubén Alado no deja familiares inmediatos, pero sí una obra de consideración. Es autor de…”


No huyó de su casa porque su casa apenas era una habitación de hotel; desde hace años siempre había sido una habitación de hotel. Los hoteles daban libertad y daban soledad, hasta la soledad y libertad de matarse. Pero hizo como si en realidad tuviera casa, es decir hogar, y huyera: era parte del plan. No había buen relato sin un planteamiento anterior, aunque en el momento de escribir se desbocara la mente y las palabras corrieran atropellándose, saltando y galopando y se pensara entonces que todo había surgido por obra de una fuerza descomunal, desconocida y mágica, impenetrable e ignota. Esa fuerza marcada y real que en el diseño de la vida forzaba también a ciertas acciones inesperadas, torcedoras de rumbo, como esta de ahora de decidir matarse. Fuerza que los astros marcaban con un día y una hora señalados y que correspondía necesariamente a una órbita casi imposible de romperse. La órbita giraba y él había entrado en ella. La órbita tenía su ruta, la órbita tenía sus etapas. En la primera había que arreglar el escritorio; no dejar los papeles amontonados, ni sueltos, ni las carpetas dispersas. Todo correspondía a un orden que mañana, ya desaparecido él, sería examinado. Que no se pensara que las páginas iniciales de su novela inédita “La marcha de los batracios”, correspondían a sus investigaciones esotéricas, ni que sus cartas en borrador constituían su diario. Se escribía fundamentalmente para la posteridad. Había que dejar también una suerte de despedida, nunca una explicación, nunca una aclaración del misterio. Mal escritor sería aquel que se tornara explicativo y argumental; pobre tipo el que se vanagloriara de su carga expositiva. –Al carajo con los dogmas; al carajo con las ortodoxias. Y escribió, en hoja que colocó sobre el escritorio, visible por lo mismo:
“La miseria no está sola; el cuarto poder se ha aposentado sobre la tierra”. Los estúpidos, los que entienden que se escribe exactamente lo que se piensa, creerían que se había matado por hambre; para ellos las cuatro camisas y la contada ropa interior de su armario, y el terno viejo y el sobrante par de zapatos; para ellos el olor de su cuerpo marcado en la ropa, cuerpo de lucha y sudor, cuerpo de agobio y derrota. Para los menos brutos, el legado del cuarto poder. El cuarto poder que le permitiría a él, tensa pero voluntariamente, aniquilarse. Para los iniciados, las partículas de su cuerpo astral y de su cuerpo etéreo que empezarían a congregarse y unirse hasta formar el doble de su ser el momento en que el puñal hondo y filoso destapara el ánfora de su corazón. Cerró la puerta de su habitación, golpeándola. Los testigos irreales constatarían su huída, los reales –el pobre viejo de la recepción o Genoveva-, nunca atónitos o desagradados, se alegrarían de que él, un cliente, y un cliente es el que paga y por lo mismo tiene derechos, golpeara la puerta vieja, la puerta ajena del miserable patrón. Un detalle más: se había comportado como un duende. Los duendes aparecen y desaparecen, son libres. El era libre desde que intentaba matarse. Los duendes hacen piruetas. Esta era una de sus últimas piruetas.

( Tomado de La marcha de los batracios , Antología del relato ecuatoriano, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1973)