La historia de la humanidad,
plagada de guerras, revoluciones violentas, dictaduras sangrientas, a nombre de
defender banderas, guerras por la libertad o contra el sometimiento a monarquías,
imperialismos, dictaduras, contra las atrocidades de gobiernos y la injusticia
que sume en la miseria a los pueblos. En suma, es violencia contra violencia. ¿Cuál ha sido el resultado de todos aquellos
episodios históricos? ¿Tenemo un mundo más justo, más libre, más consciente y
sabio?
Como decía Cantinflas: "no, no lo
tenemos". Por lo menos tengamos la decencia de admitir que la violencia y la
represión no han conseguido hacer más feliz al mundo, al contrario, estamos
cada vez más oprimidos, y somos cada vez objeto de mayor manipulación, sea por
parte de los gobernantes ególatras o por los grupos de poder que manejan esta
civilización, o por la dependencia del dinero, que convierte en esclavos a los pueblos
de las sociedades modernas.
Los gobernantes que no han
entendido que la pacificación de una sociedad no viene de imponer el orden
desde arriba, con más armas y más ejército o policía, y construyendo más y más
cárceles, sea para encerrar a los enemigos políticos o para depositar en ellas
a la creciente población delincuencial, esta última, un tema tan grave y difícil
de contrarrestar para los gobiernos de cualquier país y que es una muestra de
la decadencia social. La delincuencia es una enfermedad y por lo tanto el
delincuente avezado que ha perdido toda noción de humanidad, necesita un
tratamiento psiquiátrico y la sociedad debería optar por ese medio de
rehabilitación, aparte de realizar un trabajo de reeducación con los habitantes
de las cárceles. También es necesario un trabajo social, verdaderas campañas públicas
y de apoyo a los grupos vulnerables que son, sobre todo los jóvenes, más susceptibles de caer en la marginalidad, porque el sistema educativo
no los ayuda a encontrar una visión positiva de la vida; las exigencias de una
educación mecánica y la competencia por los títulos y carreras son formas de
opresión para la juventud, que termina por quedarse al margen y ése es un
camino a la violencia. En ese sentido los medios de comunicación tienen una
gran responsabilidad y deben asumir su rol de comunicadores y educadores de la
población, con debates, actividades culturales, y visiones creativas de un
nivel que deje atrás la mediocridad de sus programas embrutecedores y
decadentes. El crecimiento de la violencia delincuencial que contamina a la
sociedad, es una respuesta evidente de que la cosa no va por la represión
policial y el encierro carcelario.
Cuándo entenderán los gobernantes,
en lugar de envanecerse en su palabrerío hueco que sus fans esperanzados
aplauden, (porque hay que ver cómo se regodean cuando la masa grita consignas y
les rinden culto), que si tuvieran realmente conciencia, deberían avergonzarse
por utilizar la propaganda hipnotizante y
las consignas vacías, para mantenerse en el poder y manipular todas las
instituciones y a los pueblos.
Es necesario que la organización
de las sociedades nazca desde las pequeñas comunidades, sólo desde ellas, desde
su natural sentido solidario y su multiplicación, podrán salir las soluciones
para eliminar la pobreza, para solucionar los problemas más agudos, volver a
practicar la solidaridad, eliminar el cáncer de las ambiciones y la fantasía de
obtener el poder para oprimir a los otros. El gobernante, presidente, o líder,
sólo debe ser un coordinador de las acciones, un organizador y sobre todo un
servidor de los pueblos, porque parece que muchos gobernantes no entienden, que
ellos son los empleados puestos por la comunidad para que coordinen y organicen,
no para que se crean amos y capataces y hagan lo que les parezca con unos
cuantos aprovechadores. El buen gobernante tiene que escuchar a las
organizaciones sociales auténticas nacidas desde las pequeñas comunidades, tiene
que promover el debate para saber qué piensa realmente la gente, y descubrirá
cuán inteligente es el pueblo, cómo sabe organizarse cuando tiene la oportunidad
de hacerlo y sobre todo que el gobernante, al ponerse en actitud de
aprendizaje, sólo en ese plano, podrá conocer
cuáles son las necesidades reales de sus mandantes.
Y.Z.