viernes, 2 de agosto de 2013

EL PROBLEMA DE LA VIOLENCIA EN LAS SOCIEDADES


  La violencia es un mal endémico desde el inicio de nuestra civilización pues ésta casi siempre ha optado por recurrir a la agresion como el procedimiento para salir de un conflicto sea en el plano social o individual; está muy enraizada en nuestra naturaleza humana como una solución a los problemas que, de acuerdo a las circunstancias, ha sido tomada como el único recurso para salvarnos en unos casos, o en otros para supuestamente volver a cierta normalidad, “normalidad” que necesita alcanzar objetivos generalmente nacidos de egos profundos que muchas veces nos llegan desde el inconsciente.

   La historia de la humanidad, plagada de guerras, revoluciones violentas, dictaduras sangrientas, a nombre de defender banderas, guerras por la libertad o contra el sometimiento a monarquías, imperialismos, dictaduras, contra las atrocidades de gobiernos y la injusticia que sume en la miseria a los pueblos. En suma, es violencia contra violencia.  ¿Cuál ha sido el resultado de todos aquellos episodios históricos? ¿Tenemo un mundo más justo, más libre, más consciente y sabio?  
Como decía Cantinflas: "no, no lo tenemos". Por lo menos tengamos la decencia de admitir que la violencia y la represión no han conseguido hacer más feliz al mundo, al contrario, estamos cada vez más oprimidos, y somos cada vez objeto de mayor manipulación, sea por parte de los gobernantes ególatras o por los grupos de poder que manejan esta civilización, o por la dependencia del dinero, que convierte en esclavos a los pueblos de las sociedades modernas.

   Los gobernantes que no han entendido que la pacificación de una sociedad no viene de imponer el orden desde arriba, con más armas y más ejército o policía, y construyendo más y más cárceles, sea para encerrar a los enemigos políticos o para depositar en ellas a la creciente población delincuencial, esta última, un tema tan grave y difícil de contrarrestar para los gobiernos de cualquier país y que es una muestra de la decadencia social. La delincuencia es una enfermedad y por lo tanto el delincuente avezado que ha perdido toda noción de humanidad, necesita un tratamiento psiquiátrico y la sociedad debería optar por ese medio de rehabilitación, aparte de realizar un trabajo de reeducación con los habitantes de las cárceles. También es necesario un trabajo social, verdaderas campañas públicas y de apoyo a los grupos vulnerables que son, sobre todo los jóvenes,  más susceptibles de caer en  la marginalidad, porque el sistema educativo no los ayuda a encontrar una visión positiva de la vida; las exigencias de una educación mecánica y la competencia por los títulos y carreras son formas de opresión para la juventud, que termina por quedarse al margen y ése es un camino a la violencia. En ese sentido los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad y deben asumir su rol de comunicadores y educadores de la población, con debates, actividades culturales, y visiones creativas de un nivel que deje atrás la mediocridad de sus programas embrutecedores y decadentes. El crecimiento de la violencia delincuencial que contamina a la sociedad, es una respuesta evidente de que la cosa no va por la represión policial y el encierro carcelario.
   Cuándo entenderán los gobernantes, en lugar de envanecerse en su palabrerío hueco que sus fans esperanzados aplauden, (porque hay que ver cómo se regodean cuando la masa grita consignas y les rinden culto), que si tuvieran realmente conciencia, deberían avergonzarse por utilizar la propaganda hipnotizante  y las consignas vacías, para mantenerse en el poder y manipular todas las instituciones y a los pueblos.
Es necesario que la organización de las sociedades nazca desde las pequeñas comunidades, sólo desde ellas, desde su natural sentido solidario y su multiplicación, podrán salir las soluciones para eliminar la pobreza, para solucionar los problemas más agudos, volver a practicar la solidaridad, eliminar el cáncer de las ambiciones y la fantasía de obtener el poder para oprimir a los otros. El gobernante, presidente, o líder, sólo debe ser un coordinador de las acciones, un organizador y sobre todo un servidor de los pueblos, porque parece que muchos gobernantes no entienden, que ellos son los empleados puestos por la comunidad para que coordinen y organicen, no para que se crean amos y capataces y hagan lo que les parezca con unos cuantos aprovechadores. El buen gobernante tiene que escuchar a las organizaciones sociales auténticas nacidas desde las pequeñas comunidades, tiene que promover el debate para saber qué piensa realmente la gente, y descubrirá cuán inteligente es el pueblo, cómo sabe organizarse cuando tiene la oportunidad de hacerlo y sobre todo que el gobernante, al ponerse en actitud de aprendizaje,  sólo en ese plano, podrá conocer cuáles son las necesidades reales de sus mandantes.

Y.Z.