EL FEMICIDIO, UNA HERIDA SOCIAL
Por
Yvonne Zúñiga
En los países latinoamericanos se ha hecho
visible un fenómeno que no es de ahora sino de siglos atrás y que está
relacionado con el maltrato familiar y el asesinato de mujeres. Pero el hecho de ponerlo en evidencia
actualmente es muy importante para crear conciencia social sobre esta
aberración en las relaciones hombre mujer de nuestro tiempo y en los vínculos
entre padres e hijos.
Las diferencias sexuales no pueden proyectarse
en el comportamiento humano y social como estados de inferioridad o de
superioridad entre los géneros o ver como normales las relaciones de obediencia
y mandato, de explotación y servidumbre
en la pareja humana, en lugar del respeto, comunicación y acuerdos que
deben existir para que estos puedan reflejarse en la convivencia social.
En los países llamados desarrollados, es
decir, países como Estados Unidos y
los de Europa, donde existe igualmente la violencia familiar, aquellas
sociedades no han superado esta discapacidad mental de la cual deriva toda la
violencia que actualmente está socavando a la comunidad mundial.
El maltrato en la familia es un tema del que
muchos no quieren hablar, pero es una realidad cotidiana que los medios de información masiva se encargan
de difundirla y por lo tanto es imposible ignorar. Y si bien éste deriva en
maltrato a los hijos y en muchos casos también al hombre, la mayor parte los
sufre la mujer casi como un peso que debe cargarlo desde la maldición del
paraíso terrenal y la mordida de manzana del árbol de la ciencia que
ninguna de las religiones patriarcales le han perdonado.
El movimiento feminista, si bien ha sido un
avance para abrir conciencias, ha sufrido también deformaciones y ha entrado en
la competencia de poderes, sea en los ámbitos político, económico y de trabajo.
Pero en lo substancial, no son ciertas formas o
apariencias las que cuentan, sino la realidad que impide tener una
conciencia social sobre la profunda necesidad de la igualdad entre los géneros
y el respeto por la diversidad, término que en las actuales circunstancias se
refiere sobre todo al color de la piel o a las preferencias sexuales, y no se
centra en las relaciones sociales de igualdad entre hombres y mujeres, punto de
partida para conseguir la justicia social de la que tanto se habla y a la que
no se ha llegado aún. Hay muchos
intereses perversos basados en el dinero
y la acumulación de riquezas, la sociedad está repleta de complejos y
prejuicios que causan mucho daño y que se proyectan de un modo nefasto en la
sociedad, al convertir también a los seres humanos en objetos de compra y
venta, de tráfico de personas o de carne de cañón para las guerras.
El maltrato y sometimiento de la mujer en su
multiplicidad de formas, con pequeñas variaciones, persiste de un modo embozado
en múltiples manifestaciones sociales y culturales aparte de las relaciones
familiares, un mal endémico que todavía no ha sido extirpado, la evolución
humana aún no ha dado ese salto para superar el sexismo y vivir en una sociedad
equilibrada y verdaderamente desarrollada.