EL TIEMPO DE LA IRA
Hay tiempos en los cuales uno se
queda sin palabras como si éstas se hubieren agotado. Para no caer en la
repetición, en el lugar común, a veces, el silencio es más expresivo porque da
paso a la realidad de los sucesos, a los cuales la humanidad se enfrenta una y
otra vez en su camino tortuoso por la vida. Y como dicen que el ser humano es
el único animal que tropieza dos y más veces con la misma piedra, parece que la
historia se repitiera incesantemente, y
en lugar de evolucionar se convirtiera en retroceso, sobre todo si nos
referimos a la ética y a la sabiduría.
Frente a escenarios predecibles,
por cómo va el mundo en estos tiempos de agresión, sea contra la naturaleza o entre
los propios seres humanos, es momento de reflexionar, de tomar conciencia sobre
los hechos. Somos parte de la población que se agita y lucha por sobrevivir, aunque
todavía tenemos la capacidad para observar, para ponernos en ese plano, el de observadores, percibimos, por lo tanto, cómo
la inconsciencia humana se empeña en destruir lo que permite justamente nuestra
sobrevivencia.
En estos tiempos de ira ciega, en
los que unos hombres masacran a sus semejantes sin tener un asomo de lucidez sobre sus acciones, porque ha crecido en ellos hasta enloquecerlos, como
un tumor maligno, la ambición, el vicio, el fanatismo, algo contra lo que no
pueden tener control y creen convertirse en seres poderosos, cuando su
estatura, precisamente debido a esos actos, se envilece y degenera,
convirtiéndolos en algún momento en pasto para animales más fuertes que ellos,
porque siempre para esta especie de humanos habrá alguien más mortífero y demencial que tarde o temprano se
destruirá con ellos.
Pero bajando o subiendo a la
realidad de los espacios en los que vivimos y pernoctamos, están los países,
están las ciudades, está el mar y las montañas, y están las construcciones de
cemento que asfixian la tierra y donde se refugian las poblaciones cada vez más
urbanas. Muchedumbres encandiladas por las luces y el ruido, huyen del campo
para convertirse en parásitos del pavimento, donde la miseria crece en
proporción geométrica y paralelamente aumenta la frustración y la locura.
Qué está fallando en las
sociedades actuales, por qué las poblaciones se agitan y muestran descontento.
Hay un cansancio frente a las leyes y frente a las formas de gobiernos que las
imponen. El hecho es que dichas imposiciones no surgen de aspiraciones
concretas de los habitantes de pueblos y ciudades, sino de gobiernos
unipersonales aparentemente elegidos por el pueblo en elecciones previamente
restringidas por leyes que no permiten otra vía propicia a mejorar el estado
social.
Por qué no proponer otra forma de
gobierno realmente democrática en lugar de una democracia disfrazada. Desde la
realidad actual de los pueblos sufridos del mundo, se debería buscar la
participación de todos y salir del sistema presidencialista unipersonal, que
luego de las elecciones muestra su verdadera cara de humano apegado a sus egos;
dispuesto a sacrificar a los demás para lograr proyectos que no vienen de las
aspiraciones colectivas sino de creencias personales del gobernante y su
camarilla cercana. Revestidos de una divinidad prefabricada, imaginan que son
los mesías salvadores de la humanidad, hacen y deshacen e imponen sus reglas
dando palos de ciego, por no volver la mirada al pueblo para consultar si sus
acciones son justas, y si tienen que ver con la realidad que difícilmente
alcanzan a vislumbrar.
Los gobiernos unipersonales han fracasados
en el mundo, es necesario buscar otra forma de gobernar que cambie el mecanismo
de elegir a un hombre y su camarilla, envueltos en un partido de cualquier
color, para dirigir los destinos de un país. Esta clase de gobernantes se convierten,
casi enseguida, en una especie de facción dictatorial. En la actualidad, tales
situaciones despiertan, cada vez más, el rechazo por parte de los pueblos
conscientes, porque estos se dan cuenta del surgimiento de privilegios e
injusticias en el “dichoso” juego político. No es el principio idealista de
justicia y de amor por el pueblo el que prevalece, sino una especie de
competencia rastrera repleta de ambiciones la que se genera entre aquellos seres
elegidos por algún dios terrenal y manipulador.
Ha llegado el momento de pensar y
de tomar la decisión de cambiar las formas de gobiernos unipersonales, por qué
no, transmutarlos en Consejos de gobierno asesorados y fiscalizados a su vez por Consejos de gobierno
locales, en los cuales puedan tener participación todos los pobladores: desde
las parroquias, pasando por cantones, ciudades y regiones, en un constante
debate y actualización de los problemas reales de la población, que incluye
alimentación, educación, cuidado ambiental, relación con la naturaleza y sus
implicaciones con la salud y la solidaridad entre los seres humanos.
Hay que aportar, ahora o nunca,
con ideas nuevas para cambiar el panorama mundial empezando por lo nacional. Los
mecanismos electorales de la actualidad, caen una y otra vez, en el error de
elegir a personajes vanidosos que asfixian a los pueblos con impuestos, reglas
punitivas, más cemento para las urbes, etc. Estos casi siempre terminan
sembrando el divisionismo que lleva a la violencia y a las guerras civiles, porque el mayor objetivo es alimentar a sus
egos y resentimientos no superados, errando su camino en el proceso humano de evolución hacia el buen vivir.
Yvonne Zúñiga