sábado, 14 de mayo de 2022

VIAJE AL FINAL DE LA NOCHE: LOUIS FERDINAND CÉLINE

VIAJE AL FINAL DE LA NOCHE: LOUIS FERDINAND CÉLINE

  Louis Ferdinand Celine (1896-1962). Nacido en los suburbios de París fue enrolado como voluntario a los 18 años durante la primera guerra mundial, y, como tantos jóvenes ingenuos creyó en la patraña de jugar al héroe y de inmolarse por la patria en la guerra más sangrienta que ha tenido Europa, tanto o aún más cruenta que la segunda conflagración veinticinco años más tarde, en cuyas masacres intervino la población joven empujada a servir de carne de cañón como sucede en todas las guerras inventadas por los poderosos de este mundo. El tiempo que Celine estuvo en combate debió significarle una eternidad; fue gravemente herido con lesiones físicas y psíquicas, secuelas que le afectaron el resto de su vida, sumada a esta terrible experiencia una infancia infeliz. Difícilmente un ser humano puede salir indemne después de haber vivido el horror y la insensatez de la violencia y el extravío colectivo que significan las guerras. Viaje al final de la noche, su primera gran novela, debió ayudarle a exorcizar la espantosa experiencia al reproducirla en la narración con lucidez y plena conciencia del sinsentido atroz de una guerra, obra maestra que pone de manifiesto el ingenio literario de este autor francés cuya vida fluctúa entre la realidad y la ficción. 

Viaje al final de la noche y Muerte a crédito, bastaron para ubicar a Celine como una de las figuras mayores de la gran literatura europea del siglo XX. Novelar sobre la vida y la muerte en un escenario oscuro era la propuesta de Celine y esos dos factores están presentes en la lectura de su obra al suscitar un sentimiento ambivalente de angustia y de rebeldía que surge del tono desolador y a la vez mordaz de su estilo narrativo. 

Escritores, críticos y amigos de Celine, coincidían en expresar que no era un hombre complaciente ni transigía consigo mismo, su rigor lo llevó al límite de mostrar la imagen de sí mismo de un modo desagradable al novelar su vida recreando una versión sombría, amarga y descarnada, una honda expresión de rebeldía contra todo, actitud que llevaba implícita la intención de sacudir las malas conciencias e incendiar los círculos literarios y academicistas de la Francia de la época. 

Su experiencia como médico de los pobres, más allá del choque con la miseria y el dolor que implicaba su práctica, para Celine era una forma de subsistir pero también la substancia que abonaría su escritura, igualmente la experiencia en Africa le sirvió para referirse a las colonias francesas como: “el paraíso de los pederastas” y señalar, “que todo aquel sistema se sostenía en la explotación del negro”, capitulo que recuerda El corazón de las tinieblas de Conrad. Su estancia en ciudades de los Estados Unidos donde conoció el amor de una mujer que lo sostuvo y cuya presencia en la narración es fundamental. Celine tenía un particular concepto sobre los hombres, a quienes diferenciaba de las mujeres por su densidad; para él los hombres eran densos, pesados y sórdidos en cambio las mujeres, según Celine, eran ligeras y sutiles. En algunas entrevistas declaraba su afinidad con las mujeres, decía que él se veía como una mujer de mundo. J’ai de la finesse, decía con sonrisa enigmática. Celine amaba a las mujeres y ellas lo amaron y acompañaron en diferentes etapas de su vida. Dos de sus amantes tuvieron la danza como profesión, seguramente ellas le inspiraron esa imagen de levedad que mencionaba cuando hablaba de las mujeres. 

 Se corre el riesgo de ver en Louis Ferdinand Celine a un ser humano desquiciado por la vida y la sociedad de su tiempo, de suponerlo sumergido en insomnios terribles a raíz de los cuales pudo desarrollar un resentimiento que hiciera saltar los goznes de su equilibrio, pero la lucidez y el rigor de su escritura contradicen el juicio anterior, y encuentra el sentido medular de la obra de este autor en el profundo rechazo al mundo demente y feroz en el que le tocó vivir. 

Sus panfletos antisemitas fueron el origen de una persecución implacable por parte de la mentalidad belicista de sus contemporáneos al calificarlo como colaboracionista y enemigo de la república. Condenado por sus panfletos antisemitas huyó a Dinamarca donde fue detenido y encarcelado durante un año antes de ser amnistiado por el gobierno francés. Celine se declaraba pacifista y señalaba que su crítica no se refería al judío en términos racistas sino que su posición era contraria a la secta sionista que empujaba a la guerra. Según algunos analistas, el autor de Viaje al final de la noche condenaba el aspecto nefasto que se atribuía al judío en la época que antecedió a la segunda guerra, es decir a la identificación del judaísmo con el capital, al judaísmo que perpetúa el valor del dinero. 

Aquel desafío le significaron además de la persecución y la cárcel, el exilio y la marginalidad, una especie de chivo expiatorio para justificar las grandes masacres que se cometieron durante la primera y segunda guerras mundiales. A su regreso a Francia el escritor se sintió objeto del odio de mucha gente, a partir de lo cual vivió una vida de aislamiento casi de misántropía en una vieja casa de los arrabales de París. En esencia, Celine mantuvo ese desprecio por la autoridad y todas las imágenes que la simbolizaban; era un anarquista y sus escritos manifestaron siempre la voluntad de provocar tanto a la autoridad como a una sociedad arrebañada y pasiva. “Os lo digo, infelices, zarandeados por la vida, vencidos, desollados, siempre empapados en sudor, os lo advierto, cuando los grandes de este mundo empiezan a amaros, es porque van a convertiros en carne de cañón”. 

Viaje al final de la noche, es una novela estremecedora que transgrede el lenguaje tradicional y académico de la época, para convertirlo en una lengua viva y libre de formalidades a la que sobrepone la oralidad y el argot de la calle, estilo que influyó en la generación beat y en otros autores literarios posteriores. Maneja una tensión permanente, según su autor es una suerte de diario, fragmentos de su existencia azarosa. Emparentada al realismo naturalista de Zola va mucho más allá del crudo retrato de la realidad. Para André Gide: “No es la realidad lo que Celine recrea, sino las alucinaciones que esa realidad provoca”. 

 Junto a la tragedia está el sarcasmo en Viaje al final de la noche. En su visión del ridículo humano los personajes se mueven entre la acción y la reacción como fantoches que resbalan al abismo, lanzados a un destino absurdo imposible de controlar aunque a veces la casualidad los salve. Sin embargo, hay una mirada que observa atenta desde afuera y desde el interior de Bardamus el protagonista en la novela, es el autor que se desprende de sí mismo para seguirlo en sus desventuras como una cámara perseguidora, dejándolo ser y hacer a la manera de un dios burlón que se divierte viéndolo retozar entre las miserias humanas. Da a veces la sensación de que sus personajes van a permanecer estables en determinadas circunstancias de la narración, pero acto seguido se los encuentra buscando la manera de escapar de esa condición. Es una constante en esta novela con momentos de una poética conmovedora, en ella, la miseria aparenta ser una parodia de la realidad y la tragedia una enorme mueca de burla. 

Yvonne Zúñiga

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