Por Yvonne Zúñiga
Nacido en Smiljan, Croacia (antes Yugoslavia)
el 10 de julio de 1856, murió en New York el 7 de enero de 1943. Estudió en las
universidades de Austria y Praga pero no terminó la carrera ni sacó título
alguno. Trabajó en varias industrias en París y en Budapest, después se
trasladó a los Estados Unidos para trabajar con Thomas Alba Edison.
Al decir de muchas publicaciones, una de las
mentes más brillantes que ha tenido la humanidad. Considerado por otras, un
hombre que supera los límites de lo terrenal, perteneciente más bien a la
estratosfera por su concepción no mercantilista de la ciencia.
Un personaje que bien podría figurar en una
historia de ficción y de hecho lo ha sido, tomado como protagonista de
historietas por sus características individuales que se funden con lo insólito
y van mucho más allá de la realidad aparente, si bien se dice que la realidad
supera a la ficción y también que la ficción es el punto de partida para crear
la realidad. Tenemos muchos ejemplos que confirman lo dicho, uno de ellos es la
obra del escritor Julio Verne.
Pero los biógrafos y las evidencias confirman
la existencia fuera de lo común de Nikola Tesla, inventor que soñaba con
iluminar el mundo con su descubrimiento de la corriente alterna en
contraposición a la corriente continua que proponía Thomas A. Edison personaje
influyente de aquella época, dispuesto a no dejar que un inmigrante serbio le
arrebatara la fama y el dinero que había ganado al promocionar el uso de la
electricidad mediante cables para instalarlos en la ciudad de New York. Edison
ridiculizó constantemente al inventor para que fuese tachado como científico loco. Para desprestigiarlo,
Edison aplicó el invento de Tesla al electrocutar públicamente a varios
animales domésticos y hasta a un elefante, además de construir la silla
eléctrica para ejecutar a los condenados a muerte. Finalmente, el tiempo dio la
razón a Tesla y es su proyecto de corriente alterna el que se aplica en el
mundo actual.
El cerebro de Tesla vislumbraba un futuro
donde era posible extraer de la materia invisible conocimientos extraordinarios
para beneficiar a los seres humanos. Decía que todo era luz, partía del
concepto que definía a la tierra como un imán que podía generar electricidad, (electromagnetismo),
comunicación inalámbrica y energía gratuita para todos creando un cinturón de
energía para iluminar el planeta. Para él, la
imaginación da luz a la vida y por lo tanto la energía creativa es idéntica a
la energía de la luz.
El invento de la telefonía y la comunicación
a distancia que se atribuía a Marconi erróneamente (premio Nobel), le correspondía
a Nikola Tesla, hecho reconocido posteriormente por la ciencia. Fue precursor
de muchos de los aparatos electrónicos que conocemos actualmente: celulares, radio,
televisión, control remoto, aviación, motor eléctrico, robótica, rayos x, rayos
láser, entre otros.
Abundan los artículos, reportajes y documentales
sobre la personalidad y la obra del científico serbio. Para algunos un mito,
para otros un adelantado tanto a su época como a la que vivimos en el presente
y sin duda a la de un futuro próximo. Pero en su vida hay hechos tan
sorprendentes que sus contemporáneos y aún en el nuevo siglo es difícil dar
crédito, debido a los parámetros impuestos por un sistema que no acepta sobrepasar
los esquemas acostumbrados y que no
admite la existencia de otras alternativas para descubrir una visión diferente
de la vida que nos rodea.
Era un sabio cuya inventiva iba paralela a su
concepción de la existencia y del mundo, un visionario que era capaz de
visualizar el futuro y de expresar sin temor sus convicciones. Se dice que su mente no tenía límites para
explorar las posibilidades que se podían descubrir en la naturaleza; visualizaba
las nuevas ideas y las ponía en práctica de forma inmediata, construía los
proyectos en su mente antes de llevarlos a la experimentación. No le importaba ser
aceptado oficialmente, y aunque patentó muchos de sus inventos, gran parte de
ellos le fueron robados por los interesados en cobrar fama y fortuna.
Anticipado a todas las épocas, Tesla era un
hombre extraño, un místico de la ciencia y como tal tenía la mente abierta a
toda la vida que latía en el entorno. Sumergido en el misterio de los fenómenos
físicos y en su obsesión por descifrarlos, la mirada de este genio excepcional iba
más allá del laboratorio en esa cadena de asombros que le conducía a nuevos
descubrimientos.
Distanciado del ruido de sus semejantes, decía
que la energía mental y vital tenía relación con la sexualidad, él sublimó su
propia energía y la concentró en ese plano en el que vivía, lleno de luz como
se lo ve en algunas fotografías en las que demostraba que la electricidad y la
luz podían pasar por su cuerpo sin dañarlo. Hablaba de sus diálogos con el
relámpago y el trueno en esa convivencia dinámica con la naturaleza y la
ciencia, a las que entregó la totalidad de su vida. Un rayo puede ser una sonata entera, mil relámpagos son un concierto,
expresaba.
Desde la niñez había afinado tanto sus
sentidos que podía escuchar la música de las estrellas y desarrollar el sentido
de la visualización, cualidad que le impulsaba a crear en forma permanente y
materializar su inventiva. Yo soy parte
de la luz y la luz es música, decía,
la luz llena mis sentidos: la veo, oigo, siento, la huelo, toco y la pienso.
En una larga entrevista de las pocas que le
hicieron, llegó a expresarse en profundidad sobre asuntos diversos. En sus
respuestas, Tesla partía de la ciencia para derivar a temas humanos y filosóficos,
una visión tan amplia en la que
planteaba que el ritmo de la vida humana latía con el universo, que el cerebro
de los seres humanos era una proyección de ese inmenso cerebro cósmico. Hablaba
de la música de Mozart y de Bach, de la gran poesía, ponía al arte como una
expresión de la vida universal. Podía memorizar textos literarios completos,
decía que podía recitar de memoria el Fausto de Goethe y admiraba la poética de
William Blake. Amaba a las aves especialmente a las palomas, decía Tesla que el
individuo debía ser sensible con las aves a causa de sus alas, pues el ser
humano las tuvo originalmente y en consecuencia debía tomar conciencia de sus
propias alas.
Vivió en hoteles, el dinero conseguido por
sus trabajos lo gastaba en los nuevos inventos hasta quedar casi en la
indigencia, las deudas pagaba con papeles de sus patentes. Murió solo en una
habitación de hotel, sus documentos y patentes fueron confiscados por el FBI, y
nunca se supo con certeza en qué manos fueron a parar sus últimos inventos, muchos
de los cuales deben seguramente corresponder a los grandes progresos de la
actual tecnología, pero sobre todo renace un interés por desentrañar la
dimensión de Tesla, incomprendida por sus contemporáneos y que en la actualidad
reaparece en las nuevas circunstancias como una alternativa para conciliar las
necesidades espirituales con el avance científico y los misterios infinitos del
universo.
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