martes, 9 de octubre de 2012


MEMORIAS Y DESMEMORIAS


Soñé que en un vuelo por América Latina llegaba a Buenos Aires, retornaba una vez más a la querida ciudad donde fui testigo, en diferentes décadas, de experiencias sociales dolorosas . Argentina tiene una historia llena de episodios turbulentos, luego de un pasado histórico de inmigraciones y conquistas del desierto, capítulo que emula a los norteamericanos en la barbarie. La cacería de los indios nómadas es una herida que debe recordarse como un hecho infame, igual que sus dictaduras sangrientas.
Posteriormente, los inmigrantes se asentaron trayendo su pasado europeo junto con la cultura que reflejaba la historia de italianos, españoles y judíos, como dice algún cuento gracioso: si los peruanos descienden de los Incas y los mexicanos de los Aztecas, los argentinos descienden de los barcos (Facundo Cabral...?).  Pero en el presente argentino, la situación ya no es la misma; hay una población mestiza que ha crecido en buena medida, y ya no hay tanto orgullo de descender directamente de europeos.
Las inmigraciones actuales en Argentina vienen de Perú y Bolivia en gran parte, además ingresan los chinos y coreanos, igual que en otros países del continente americano. Y las culturas van mutando y enriqueciéndose con nuevas influencias, eso es lo lindo de los mestizajes culturales, aunque prevalezcan los rasgos originales de cada sociedad, que también es necesario valorarlos y atesorarlos porque son formas de conocer el pasado, la historia de cada grupo social. Toda esa memoria histórica que guardamos en el inconsciente colectivo y que no podemos borrarla porque también está viva en la memoria individual y es deber de cada uno, desentrañar hasta donde sea posible, los misterios que encierran las culturas y los pueblos.
Y una de las razones para guardar en la memoria los hechos histórico-sociales, es la necesidad de conocerlos y revelarlos, de sacarlos a la superficie y tomar lo bueno de todas esas culturas involucradas en nuestro pasado, desterrando los hechos aberrantes de odio y crueldad que las sociedades arrastran en su conciencia, como una lastimadura que no cicatriza, como un cáncer que cada tanto aparece y amenaza con destruir a la humanidad. Por esa razón hay que sanar ese aspecto oscuro de las sociedades causante de  la violencia: analizarlo y racionalizarlo, llegando hasta el fondo, no con el revanchismo que pretende devolver ojo por ojo, porque entonces sería una cadena de odios que no terminaría nunca, pues las causas de la enfermedad mental de las sociedades hay que encontrarlas y curarlas, y es necesario crear los métodos saludables para esa curación.
Hay en nuestro sistema de vida, estructuras que nos empeñamos en mantener y que son las que reproducen la enfermedad social. Creo que están omnipresentes en la forma de manejar la economía, en la educación, en las instituciones religiosas, en las instituciones militares. Los gobiernos latinoamericanos progresistas actuales, están en la búsqueda de mejorar la situación de algunos países de Latinoamérica e intentan eliminar la pobreza y realizar alguna mejoría, pero no salen de los esquemas de siempre, y no es buscando enemigos y castigándolos en la plaza pública que se va a lograr el ansiado cambio, tampoco son los personalismos, ni las consignas recitadas de memoria que van a mejorar la situación. No es imponiendo desde arriba con el uso de la fuerza que se lo va a lograr. El cambio tiene que venir de abajo hacia arriba, con la organización del trabajo, la expresión de los grupos para hablar de las necesidades, de lo que sienten y de cómo ven su entorno y la búsqueda colectiva y solidaria de salidas inteligentes para resolver los problemas. Los gobiernos a veces buscan el adulo y las alabanzas, y esos son pasos errados que conducen al fracaso, porque se gobierna desde la egolatría que vuelve ciegos a los líderes y eso no es honesto. Además se crea una dependencia emocional que no hace bien a los pueblos y puede rayar en el fanatismo, fanatismo a favor y fanatismo en contra, que desemboca inevitablemente en violencia. Por otra parte, se gasta tanto en armamentismo, ¿a nombre de qué? Para defender los privilegios de los poderes económicos, para proteger a los políticos corruptos y a sus egos,  pelear por fronteras invisibles o visiblemente impuestas. Cómo transformar esa institución que se convierte cada vez en una máquina asesina para eliminar seres humanos; y al paso que vamos, la tecnología y la ciencia se encarga de dotarle de armas mortíferas más sofisticadas que de un plumazo pueden eliminar a la raza humana, animal y vegetal. ¿Llegará el día en que todo ese armamento sea transformado en herramientas para sembrar y construir, para auxiliar y salvar a los otros seres humanos?  ¿Llegará ese día? A propósito de esto y regresando al tema de la Argentina y su capítulo de represión durante las dictaduras y que allí lo denominan "época del proceso", con todos su macabros y espantosos efectos. Escuché a un hombre de sesenta años, generación que vivió la dictadura, cuando hace poco, gendarmería se puso en paro reclamando amenazadoramente sus salarios mal pagados. Este señor decía, y les voy a transcribir tal cual y su forma de expresarse muy porteña, decía: "no me gusta ver uniformes verdes en la calle, porque me traen malos recuerdos, y me da miedo, entendés? Porque a mí en la época del proceso me paraban cincuenta y nueve mil veces, vestidos de verde con itacas en la mano igual que ahora, y no tienen por qué seguir parándome, para cumplir con una hoja de mierda que nadie revisa y paran a doscientos monos, el ciento noventa y nueve soy yo, y me rompe soberanamente las pelotas OK?"
¿Qué tal????   

Yvonne Zúñiga


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