miércoles, 22 de febrero de 2023

SEMBRAR LA VIDA

 

MOVILIZARSE PARA LA PAZ

 

Me subí a un bus y observé que la gente no ocupaba el único asiento que estaba vacío,  me apresuré a ocuparlo y me di cuenta entonces por qué nadie quería sentarse allí. En el espacio de la ventana estaba un hombre con aspecto marginal y una marca  que los demás percibían de un solo golpe de vista. Lo miré de reojo, al rato cerró la ventana del asiento de adelante con un movimiento brusco y mascullando algo en tono agresivo. El hombre, un blanco mestizo de unos cuarenta años, calculo, expresaba en su rostro desprecio hacia los otros, un resentimiento que surgía de algún abismo de su mente. Me dio la sensación de que el hombre debió salir o venía huyendo de alguna cárcel, me pidió para el pasaje luego no tenía un centavo en el bolsillo.

 Detrás de esta anécdota existe una realidad espantosa que empuja a una parte de la población humana a  subsistir en las más abyectas condiciones de vida..

Las cárceles donde se mezclan: asesinos psicópatas con ladrones de menor cuantía, violadores, proxenetas, carteristas,  ladrones de bancos, estafadores públicos, políticos ambiciosos en desgracia y enloquecidos por el poder y la plata, narcotraficantes dispuestos a los peores crímenes también por dinero. Una vez adentro puede suceder cualquier cosa.

 Las cárceles. como se repite constantemente, sin tener mucha conciencia de lo que se dice, son escuelas del crimen donde los pequeños delincuentes se gradúan de asesinos, y salen con ese sello marcado en la frente, por eso cuando salen o alguna de las veces que salen, vuelven a entrar en una suerte de juego en el que delinquir es una forma de vida en la que muchas veces tienen trato con los mismos vigilantes, quienes los sueltan y luego los atrapan, es voce populi, como dicen en ese latinajo, sin embargo la cosa continúa y se tolera. 

Las cárceles son esos infiernos de cemento donde se encierra a los pequeños y grandes infractores.  Pero parece que todos llevamos el monstruo adentro, que todos tenemos latente al santo o al asesino, dependiendo del grado de conciencia que hayamos desarrollado en nuestro espacio de vida.

 Hay tantos enfermos mentales encerrados en las cárceles, cuando deberían estar en hospitales, atendidos con terapias psiquiátricas de acuerdo a la gravedad del caso. Una sociedad equilibrada, tendría como prioridad la cura de esas personas.  Lo absurdo y trágico a la vez es que cuando las estafas y robos provienen de los grandes poderes pueden ser considerados gajes del oficio, pero los asesinatos y crímenes masivos en las guerras son vistos como normales por la perversión ciega de las leyes, siendo una muestra de la insanía y el desequilibrio en las que están sumidas nuestras sociedades globalizadas.

 Transformar este caos que parece no tener salida, requiere un tratamiento basado en acciones positivas en lugar de medidas represivas. Los políticos se hacen la propaganda, pidiendo a gritos en sus discursos, más plata, más armas para la represión policial, como medios para combatir la delincuencia callejera cada vez mayor, pero no van a las causas, ni son capaces de analizar a fondo el problema para dar con el origen del fenómeno de la violencia y encontrar la fórmula real para revertir la situación. La inteligencia humana puede  encontrar la solución al reflexionar con honradez y ética, sin mirar de soslayo intereses mezquinos y conveniencias monetarias.

 La educación en la infancia es el primer peldaño para la convivencia humana solidaria, educación basada en el respeto al aspecto emocional del niño, al desarrollo de su creatividad, razonamiento y sensibilidad. Pero para esto necesitan reeducarse los padres, los maestros, los medios de comunicación, reeducarse los políticos, las instituciones encargadas de la represión policial y militar, reeducarse quienes imparten las leyes civiles y penales, y con ellos la formación ética y científica de los organismos encargados de mantener la salud mental y física de la población.

 En los noticieros cotidianos se pone  en primer plano todo lo negativo, pocas veces se priorizan las buenas noticias. Será que dan raiting los crímenes callejeros, las matanzas entre delincuentes, los escándalos políticos, las perversiones sexuales, las guerras y amenazas de guerras de gobernantes dementes?  Y qué significa el raiting para los medios de comunicación sino más audiencia por parte de la población y por lo tanto más dinero que proviene de la propaganda comercial. Somos cautivos de un escenario social negativo que sirve para reproducir conductas destructivas en la población.

 En el caso de las actuales matanzas entre rusos y ucranianos que antes formaron parte de la Unión Soviética, parecería que los europeos desconocen su historial de las trágicas guerras mundiales que experimentaron en el siglo pasado y se involucran cada vez más en la escalada de dicha guerra, se someten a la voluntad de líderes sin conciencia que empujan al armamentismo porque para muchos la guerra es un buen negocio.

 En esa paradoja absurda los medios de comunicación nos muestran, de una parte, el terremoto de Turquía donde los rescatistas remueven desesperados los escombros buscando vida, se regocijan cuando encuentran a un superviviente, sea humano o animal, por otro lado, no lejos, otros se regodean con la muerte y la destrucción de seres humanos en la guerra fratricida entre rusos y ucranianos. Pero lo que sorprende también es la pasividad de la población europea que empieza a sentir las consecuencias de la guerra y que todavía no se ha rebelado, no se ha levantado masivamente para protestar contra esta guerra que pone en peligro no solo a ese continenente sino al mundo entero.

 Los medios de comunicación públicos o privados podrían servir para oponerse a la violencia, llamando a la población a marchas multitudinarias por la paz frente a las guerras y el crimen, movilizarse por la defensa de la naturaleza,  despertar a la gente con documentales, debates y programas para concienciar sobre el peligro de las drogas, privilegiar el arte y las ciencias como vías para evolucionar hacia el conocimiento, la sensibilidad, y la riqueza espiritual.

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