En memoria de Ulises Estrella fallecido el 27 de diciembre del 2014, transcribo uno de sus, tal vez, ultimos poemas publicados.
¿ESA CIUDAD?
que sueño 
cada noche, 
será ésta?
¿esa esquina 
que doblo 
cada mañana, 
será el camino? 
¿esos techos, 
paredes, 
camas,
mesas y ventanas, 
serán,
en verdad, 
nuestras casas? 
o,
quizás 
tan sólo 
vivimos
la sombra de esas cosas?
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Una hija arregla el cabello de su madre. 
Adentro, en el Palacio se arregla la matanza.
Pueden salirnos con bayonetas si la gorda fofa sigue 
cobrando sus centavos.
Si esa humanidad permanece con su arroba de dolor y 
pobreza en la frente.
¡Simpatía! Sí.
Gritemos viva la vida con el alguien de pantalones duros 
y altura rubia que sigue armando su brazo para
romper tu debilidad.
Anuda tu negra corbata, marca sones desarmónicos con 
tus dedos.
El café se inició y dijo su perfil de músico blando 
          
lamentón:
«Por favor, pudiera decirme, por favor, ¿a qué hora 
          se 
acuesta usted, tiene miedo?».
Afuera, cerca del palacio, la perpendicular es ya un salto 
arriba.
El mar se consuela con los huesos.
Un «sí mismo» cae sordamente entre la niebla. 
Alguien lava platos con un gorro de piel.
La dama juega, el chico rompe la alfombra.
La barba dice algo sobre no sé qué topo que murió 
          en un castillo. 
Nuestra madre dice que la cama sigue caliente. 
Un amigo ha roto su cacerola y ya no come. 
Las hojas caen.
Una lavandera carga la ropa y se divierte en usar las tijeras. 
Una cosa con cuatro más comió pasto y hoy vomita.
Así no quieras
la carne vendrá todos los días para tu almuerzo. 
Alza tu taza y sorbe lentamente. El café penetra. La 
gente taconea en la calle.
Clavado, encorvado sobre la mesa. «Te pueden clavar 
las miradas».
(El que cruzó la esquina se guarda su misterio de casta 
en el bolsillo) .
La perpendicular formada por el líquido regado en su 
esófago
tiene un algo así de línea negra, de sangre que podrá 
          
regarse en los asfaltos.
Porque esta voz y esta música van siendo iguales hace 
cien minutos.
«Te pueden cubrir con sus metales».
Sale humo de bocas calientes levantándose a caminar con 
el pecho apretado.
El número, la casa y el barrio olor a húmedo esperándolos 
          
y cruzan dos señoras con sus paraguas. El manipulador 
gira al peligro que viene.
Luces se van, frío y noche.
Es natural que el cielo esté blanco y que al fondo del lago 
se quiebren las uñas.
Nadie puede evitarlo.
Se percibe a cada paso una gota y todo sigue 
Se da la vuelta y la esquina continúa
Todos quieren cambiar
Intuí alguna vez el himno exultante y el mar rodó lamiendo 
          
mis entrañas
Yo pude sonreír
Hablo en pasado porque temo a mi garganta 
Todo lo intuyo porque nada pase
Mis encías se gastan en el momento preciso
Es natural que el cielo 
sea negro y torturante 
porque no llega a ser ni 
la mitad del mundo
Necesito que alguien me represente en la representación continua 
          
Preciso de uno que se enganche donde yo debería estar 
Será mi anillo el que consuma los millones de papeles
La madre vende a un dólar 
a su hija de un año
Algo pasa pero...
Se puso un dedal y apuntó hacia el cielo 
Quince luces titilantes gritaron y durmieron 
Sé que tengo calcio y que los huesos suenan 
Una sombra evita que mis labios aparezcan rojos
El cuadro está desigual 
y la pared no responde 
¿Quién aguanta que le chillen 
porque no masticó hoy?
La hierba prepara su álbum
Un largo aliento penetra las raíces 
Caín murió solo
solo
Mi padre hizo retazos de la humanidad 
Ningún fémur es igual
La guerra se transforma 
y transforma
Las aves vuelan en busca de su sonido 
Aquí acaba mi silencio
La pared no responde
ante el cuadro desigual 
Mis labios nunca han sido 
pálidos
Hoy las uñas
me han representado bien 
La otra mitad es para ti.
