La literatura latinoamericana
actualmente de esencial importancia para el mundo de las Letras, aparece en aquel escenario europeo de las décadas del 60 y 70, con el
descubrimiento, la publicación y difusión de escritores que salieron a la luz
en una época de cambios en la historia de los pueblos de Latinoamérica.
Desde ese momento el panorama
literario mundial ocupado antes, en su mayoría, por grandes escritores europeos
y norteamericanos, cambió radicalmente.
Desde Alejo Carpentier y El siglo de las luces, las letras de nuestro
continente se orientaron en muchos casos hacia lo que se denominaría reiteradamente Realismo Mágico
y sobrevino entonces, la onda latinoamericana que se rebeló contra las limitaciones
academicistas impuestas por el canon de la lengua española, redescrubriendo y recreando un Español originado en las hablas locales de los países latinoamericanos, cuyas raíces se afirmaban en el movimiento histórico de la
época y, sobre todo, en la proyección sensible que les llegaba de sus propios
pueblos.
Borges, García Márquez, Cortázar,
Onetti, Vargas Llosa, Fuentes, Rulfo, autores lanzados por el boom
latinoamericano a la fama mundial por sus obras más significativas, dos de
ellos premio Nóbel y los demás,
merecedores actualmente de un gran reconocimiento universal aunque no
hayan alcanzado formalmente dicho galardón que responde a convenciones del país
donde se origina el Nobel.
García Márquez, el gran iluminado
de la magia caribeña, la vitalidad y la malicia, el ritmo y una mirada amplia
como el mar que baña a esos pueblos cálidos nos ha entregado obras eternas como
Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y El general en su
laberinto, novelas predilectas para
muchos de sus lectores.
Cortázar y sus cuentos, la novela
Rayuela, cuya estructura y lenguaje transgredieron todas las reglas, como
transgresor de la vida fue el gigante argentino de mirada transparente. Autor y
suscitador de sentimientos indecibles en sus apasionados seguidores.
Onetti o la mirada oscura del
suburbio y del Sur, el más representativo de las historias tangueras, su visión
marginal y el lenguaje cortante como un bisturí, dejan una marca profunda en
cada una de sus lecturas.
Rulfo, la escritura subterránea de
México, con sus ecos que nos llegan de otros mundos en sus dos únicas obras que
bastaron para dejarnos a todos sin palabras.
Podría caminar por las obras de
los otros autores de ese movimiento, tan importantes como la maestría del
peruano Vargas Llosa y la sabiduría y lucidez de Fuentes que abarca la historia
y prehistoria de México.
Y he dejado para el final al
maestro Borges, porque voy a poner un texto amado por este Homero del siglo XX.
La genialidad de Borges está en haber
creado mundos y visitado un cosmos desconocido y extraño a este mundo real y sórdido. Su obra concebida en un lenguaje admirable, debió
iniciarse con la lectura de libros antiguos atesorados por su envidiable
memoria, lugar de donde también surgieron las leyendas del suburbio porteño y
de la pampa argentina, cosmovisión que despertó su imaginación excepcional y
luego lo condujo a realizar viajes interiores como en el Ulises del legendario
ciego y su Odisea.
LÍMITES
De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido
a Quien prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.
Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?
Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.
Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.
Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrífronte, Jano.
Hay, entre todas tus memorias, una
que se ha perdido irreparablemente,
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.
No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando al ocaso, entre la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.
¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino.
Creo en el alba oir un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son los que me han querido y olvidado;
espacio y tiempo y Borges ya me dejan.
Jorge Luis Borges
(Tomado de: Jorge Luis Borges, Nueva antología personal,
Bruguera·LIBRO AMIGO, 1980)
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