domingo, 15 de noviembre de 2009

Yvonne Zúñiga nació en Quito. Egresada de Lengua y Literatura. Ha publicado: Minuto al Hombre (poemario), 1983. Eslabón que une los tiempos (cuentos) 1998. Ciudad cardíaca, (poemario) 1999. Primera edición de El aldabón del Sueño (cuentos), ed. Eskeletra, 2003. El caballero de los pies gastados (biografía novelada) 2006, Juvenil, Norma. Al son del agua larga (biografía de la folklorista Petita Palma), Banco Central, 2008. Casi Mágica (novela corta fantástica) Juvenil, Mirlo editores 2009. Poemas y cuentos suyos fueron publicados en varias revistas literarias. Artículos sobre literatura, educación y sociedad, en revistas y diarios ecuatorianos. Dirigió talleres de Arte y Literatura para niños y jóvenes. Talleres de historia oral para adultos mayores.
Este cuento fue publicado en el libro: El aldabón del sueño, Ed. Eskeletra, 2003.

POLIEDRO

Era una ciudad de casas enormes con largos pasillos laberínticos, habitaciones perdidas y oscuros callejones que terminaban en descampados donde se cometían abominables crímenes. En sus avenidas circulaban los grandes y pequeños autos, que vistos desde el aire daban la sensación de eludirse, perseguirse y como en un juego electrónico, a ratos, atravesarse y estrellarse provocando enormes embotellamientos. Las estaciones de trenes eran el refugio para hambrientos y desocupados, el modus vivendi para toda clase de bichos marginales que obstaculizaban el paso e iban en contracorriente de ese río humano que marchaba rabiosamente de lunes a sábado hacia su desesperada rutina.
En este territorio asimétrico vivían seres exasperados, el temor les había hecho construir edificios a manera de cajones grises con diminutas ventanas donde se guardaban con llave a sí mismos todas las noches.
Las autoridades y toda la población vestían de negro o de gris, en una especie de consenso nacional el rojo así como otros colores de tono subido eran rechazados por el conglomerado social. Los obispos habían ordenado en sus homilías, que todos los pecadillos fuesen bien guardados por los feligreses en sus cajones, de modo que si se llegara a escuchar en la noche el aullido de los torturados, habría que cerrar las persianas y ponerse tapones en los oídos. Una vez en sus escondrijos, encendían una cajita mágica y luminosa, que hacía olvidar sus más íntimos temores, de esta manera podían morderse las uñas, mirando películas de temas escabrosos: crímenes aberrantes, violaciones, secuestros; se deleitaban viendo en la pantalla de sus cajitas, programas grotescos y fantoches humanos poniendo sus traseros en primer plano, así por lo menos algunos atontados podían reírse como hormiguitas y aplaudir excitadísimos. Uno que otro se tapaba un ojo y perdíase en los pasillos conventuales con malignas y perversas intenciones.
Afuera había gente que sufría mucho, y los hambrientos cada día eran más. Los gobernantes y los empresarios festejaban sus acuerdos y negocios entre grandes y copiosos banquetes o se debatían en luchas enconadas por tomar las riendas del poder y acomodarse en puestos claves.
El pueblo hambriento empezó a moverse en grandes mareas humanas porque se hablaba de la inminencia de un milagro. Se corría la voz de que un ovni bajaría a cierta explanada y se llevaría a la multitud a un planeta donde todo era perfecto, organizado y se respiraba felicidad. Pasaron la noche mirando hacia arriba y después de varias falsas alarmas, nadie llegó. Enfurecida, la poblada despedazó el lugar y sus alrededores. Luego fueron a otro parque donde se decía: iba a llover billetes que recogerían a manos llenas, pero no llovió, y la multitud quemó el parque y las casas circundantes. Después llenaron un estadio porque iba a presentarse un hombre de voz portentosa, que con solo un sonido desterraría todo el sufrimiento de este mundo. Pero nada cambió, más bien podríamos decir que empeoró la situación, cuando la gente empezó a robar, matar y delinquir.
A una cuarta plaza, arribó desde lejanas tierras, un extraño ser vestido de blanco, era una suerte de vestal coronada de flores, de cara rubicunda y labios pintados de rojo, al levantar sus velos, exhibía un doble sexo que deslumbraba y enceguecía a las multitudes, blandía en su mano una varita y emitía una frase cabalística que sonaba como un chasquido, un abracadabra que hacía ruborizar al más osado de los seductores de aquella comarca. Este ser excepcional había venido para ofrecerse en cuerpo y alma al presidente, al general y al obispo, brindándose generosamente para detener los augurios de catástrofes que se avecinaban. Pero ellos, a pesar del brillo acuoso de sus ojos y de sus comisuras labiales, ordenaron al ejército y a la turba, apresar y condenar a la pena capital, a la gran cotesana que provocaba de ese modo a las autoridades. La gente cansada de tanta miseria y atropello, no obedeció la orden, sino que empezó a perseguir a los tres grises uniformados, quienes salvaron milagrosamente sus vidas.
Más tarde se ordenó que todos los parques, plazas, estadios y explanadas, fuesen ocupados por los tanques y el ejército, a fin de "salvaguardar el orden". En un nuevo intento, la muchedumbre ocupó y pobló los parques, edificios, monumentos y tanques de guerra. El último reducto de los gobernantes humeaba en el cielo gris de esa geometría infame, acentuándose el perfil sombrío de los edificios, mientras las cenizas, los gritos y disparos se esparcían con el viento.

Bs.As. 1988

1 comentario:

  1. Gracias por compartir conmigo tu Blog Yvonne, tus novedades, y brindarme tu amistad. Soy uno más de tus seguidores, aunque no conste como tal.

    Ramiro

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